domingo, 20 de mayo de 2012

Batalla

Aún cuando el guerrero estaba en el campo de batalla, seguía teniendo la esencia de aquella mujer, la mujer a la que amaba, por la que sufría, por la que moría lentamente.
Y gracias a ello comprobaba que no existe dolor suficiente que doblegue la voluntad de un corazón luchador.
Merece la pena cada herida, cada caída, cada estocada. Ella hace que todo, todo, merezca la pena.
Aquel guerrero comprendió, que luchaba por su vida, porque sin ella, la vida no tenía luz. Sin ella, la vida no era vida.